El cerebro es como un coche: acelerador (límbico) y freno (prefrontal)

Pero no empezaremos hablando de cerebros ni de coches, sino de la naturaleza. Y, más en concreto, de un concepto llamado Homeostasis, o lo que es lo mismo, equilibrio. En psicología todo se basa en el equilibrio y, en nuestro afán de tratar de simplificar las cosas, entendemos el comportamiento como un equilibrio entre, digamos, los dos cerebros que anidan dentro de nuestro cráneo. Hay uno que es muy avanzado, que nos ayuda a planificar, que nos dice qué está bien y mal, que trata de frenar nuestros impulsos cuando no sería adecuado mostrarlos. Otro, sin embargo, nació de nuestros instintos, más reptiliano que humano, donde todo radica en torno a la supervivencia. El cerebro “razonable” se encuentra en nuestra frente, en el cortex prefrontal, mientras que el cerebro “emocional” engloba todo el telencéfalo si le extirpáramos la corteza cerebral, como si de una cebolla se tratase. 

Algo tan aparentemente sencillo, que algunas personas considerarían excesivamente simple, le valió en el año 2002 un premio Nobel a Daniel Kahneman (https://es.wikipedia.org/wiki/Daniel_Kahneman), el primero otorgado a un psicólogo.

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Se entiende bien ahora el símil del título, ¿verdad? 

Y los humanos necesitamos ambos, el acelerador y el freno. Sin acelerador no podemos vivir y sin freno nos mataríamos tarde o temprano. La parte conductual de la terapia de prácticamente cualquier trastorno de eje I (o también cualquier situación no patológica, pero molesta) se basa en tratar de restaurar el equilibrio entre el acelerador y el freno. Una depresión, o una adicción menguan el funcionamiento del córtex prefrontal, lo que repercute en un mal funcionamiento de nuestra razón y, por ende, la cesión del control de nuestra vida al cerebro reptiliano. En una trastorno por ansiedad de cualquier tipo, nuestro cerebro emocional es como un coche de F1 sin frenos. 

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(Fuente: https://www.revista.unam.mx/2022v23n3/recordar_para_olvidar_como_la_reactivacion_de_una_memoria_permite_su_modificacion/)

En la terapia cognitivo conductual siempre se realizan sesiones dirigidas a la psicoeducación, esto es, a conocer cómo funciona nuestro cerebro y la manera en que los desequilibrios en el balance entre el funcionamiento del prefrontal y del sistema límbico afectan a nuestra conducta. Cuando somos conocedores y, por tanto, podemos tener la consciencia de qué significa todo lo que sentimos y pensamos cada vez que la ansiedad o la depresión atacan, conseguimos no retroalimentar y hacer grande el proceso para que, a la larga, vaya desapareciendo esa sobrerreacción.

Se podría resumir en que afrontar la depresión, la ansiedad y las adicciones es más fácil si sabes lo que pasa en tu cabezota.

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